una guitarra de lágrimas azules se empeña en decir nada, un espejo de acero y espaldas se desliza por mi sombra. el filo de la excusa acecha con su vértigo de sangre nunca seca.
debería cerrar la puerta deshojada en el diluvio. debería evaporarte de mi piel y mi cintura. sin embargo perduran cien rasgos de un océano que espera, y un adverbio me seduce, esmerilado, como navaja:
"no hay astillas que desatar si sigue latiendo
mis cornisas se derraman en tu frente".
desde entonces la furia desplaza las palabras, caen las letras desgranadas como cajas de cartón mojado y las víboras se impacientan en mis manos. el silencio es mi atuendo favorito.
me tienta tanto la espada
la pelea
la sangre
la espuma
y tus ojos me atraviezan como dardos
como luces
como dedos de viento cálido.