Nunca dejarse intimidar por las palabras, por lo menos hasta que su significado nos impregne. Mirar la grieta un poco más y descubrir ese lugar que protege, que reclama atención a los gritos, que tienta, se ensancha y perdura. No tomar de las palabras el jugo de la primera prensa: cuanto más se busque mejor se encuentra. Nunca rechazar de plano: lo que pueda seguir puede ser lo que estabamos esperando.
En todo caso, la profundidad y la cercanía están sujetas a la relatividad de la distancia. ¿Con qué instrumento se mide el contacto? Lo único que realmente sirve es estar atento. Las puertas, en esta instancia, se abren cuando y donde menos las esperamos.
¿Habré sido demasiado explícita? ¿Me habré escondido defensivamente en vaguedades? Ni lo uno ni lo otro: algunas brazadas de superficie y unos pocos paseos por el fondo. Como quien dice, tan sólo una cuestión de enfoque.