"...llévame al desierto"
Modales. Entre palabras se encuentran como toreros que no van a soltarse los ojos. En esa cinta azul se anticipa toda la ceremonia de la arena, de vértigo viven y la noche queda a cargo de sus trajes de luces.
Ademanes. Con palabras torean las palabras que torean. Torean porque ven en su oponente el chasquido de la misma llama que los alimenta. Torean porque son toreados y de ganas se alimentan. El resto pasa de largo.
Atención. Nunca temer a la palabras. Acunarlas entre las manos, dejar que se tranquilicen, darlas vuelta y mirarlas a los ojos. Deslizarse, jugar con ellas, dejarse envolver por su viento aromado.
Ventajas. Las palabras nunca se terminan. Flotan, se vuelven tácitas, a veces se recombinan y pasan a planos diferentes. Magia de los labios que hacen palabras sobre la piel, vientos de palabras que viajan mudas entre los ojos de aquellos que saben mirarse dentro de un silencio bien cultivado.
Punto y aparte. La metáfora es el ejercicio básico y el azar es la pimienta. El secreto no es escudarse en las cosas simples sino buscar lo simple dentro de las complejidades. Desenfocar la mirada y volver a poner los ojos sobre el objeto: las explicaciones huelgan.
En todos los casos, no aspirar un para siempre. A veces los picos más altos de felicidad se alcanzan dejando sueltos la mayor cantidad de cabos posibles. Son efímeros, pero deliciosos y, como semillas de girasol, hay que consumirlos en cantidad para apreciar el deleite.