7.7.05

Art of The Trio # 1

Fuego purificador y naranja. Casi un eufemismo. Tirar los papeles, las cartas, las fotos, los recuerdos, el pasado, el presente y toda mi persona al fondo de la hoguera. Quemar el futuro, evaporarlo en ceniza azul y negra, en humo de victoria y agua desmantelada. Una fogata que no arde se pierde la perfección de la llama, no vive, apenas dura como un apilamiento más o menos organizado y prolijo de pedazos de leña.

Cada vez que una decisión importante se avecina, a Mister Fungus le brota la filosofía. El primer impulso neural es el que desencadena el rito de frase-a-labrar-en-el-mármol, sonrisa-complacida, gesto-aprobatorio-simultáneo. Tengo que grabarme, se propone, voy a ponerle pilas al grabador, se dispone, y toda la sugerencia es un ritual en sí mismo, un refrán de esos que repetimos sin estar seguros de saber decodificar. Fungus apila palitos muy finos por encima de los bollos de papel, después los recubre de palos más gruesos y termina con la lluvia de maderas. El fósforo vengador sacrifica su cabeza para regalarle un reflejo dorado a los bigotes del gato. Prende, pero el viento. Justo hoy viene a soplar desde el valle, que queda tan lejos y molesta tanto. Justo hoy, justo a él, el viento le viene a quemar los papeles. Como si supiera, como si pudiera leerle la mente. Lord Chéselin abre el ojo azul y estira las garras, en obvia oposición a la rebeldía eólica. Fungus le acaricia el lomo, hay conversaciones que con los años se instalan en planos tan sutiles al tacto. Algunos fragmentos chamuscados de la actualidad flotan delante de sus ojos, algunos recuerdos importantes también. No prende, carajo. Hay que recurrir al incendio. (...)