4.2.04

ocean

(con permiso y sin perdón de los Hombres como médanos)
La luz se desgrana todavía un poco más. Hasta la arena pálida se confunde ahora con el mar. La mujer que se llama Irene sube a una roca, levanta la cara y la ofrece al viento, moviéndola de un lado al otro como para que la golpee parejamente con su fuerza. Tenerte es como tener a muchas mujeres.

Pero ella es sólo Irene y cuando mira a lo lejos siente lo que millones de personas en el mundo sienten frente a la inmensidad del mar. Su enormidad. El vertiginoso cambio de perspectiva que impone su presencia, que vuelve minúsculas todas las historias (inmensidad y prepotencia). Uno podría gritar cualquier atrocidad frente al mar. El mar oye todo y se lo lleva todo, lo disuelve en fragmentos diminutos, lo hace espuma de su espuma, lo devuelve resaca y firmamento. Siempre vuelvo al mar para extrañarte. Irene sigue caminando, deja que el viento la apuñale, la agite como bandera, la lleve espuma, la devuelva piedra.