19.9.05

Art of The Trio # 3

Ni bien termina de escuchar el timbre escaso --la humedad ya penetró hasta los cables--, Mister Fungus sabe que acaba de llegar el cartero. El tiempo nos enseña que los timbrazos son como las huellas digitales. Deja que suene dos veces, concesión inevitable a "la vida imita al arte" y abre la puerta. Chéselin lo acompaña en el sentimiento con la cola levantada, hay que atravesar toda la casa para volver a salir y ése es apenas el viaje de ida. El muchacho de uniforme anónimo y azul lo mira con curiosidad: todo él es un vestigio del fuego. Manchas de hollín en la camisa y en la cara, huellas de manonegra victoriosa en las piernas, el olor a combustible que flota como un aura y la memoria de la llama en los ojos todavía, chispazos rojos naranjas amarillos. Firma por triplicado y con los dedos negros mancha los papeles, mancha las estampillas y cierra la puerta manchada sin decir una palabra.

Deja el paquete en la mesada y sale al patio, todavía fascinado por los restos de cenizas donde agonizan trocitos de papel con letras sueltas, fragmentos de palabras, extasiado por esa disgregación inventada por su mano, personificador de cataclismos, proclama de un dios justo y purificador. Sería casi un eufemismo si no fuera toda una torpeza.